¿Qué es el historiador?


Por: Rebeca Mejía

Publicado en La Gualdra La Jornada Zacatecas
08/10/18

El pasado 12 de septiembre se celebró el “Día del historiador”, fecha en que se conmemora la fundación de la Academia Mexicana de la Historia, la cual inició sus trabajos en 1919. Aquí ya tenemos un primer indicio que nos puede ayudar a entender qué es el historiador: El reconocimiento al oficio de historiar viene de parte de una institución. 
No nos sorprenda que sea precisamente la academia o el Estado quienes se encarguen de “reconocer” el papel de historiador, y también de imponer lo que éste debería ser o sus funciones. Fue a partir del siglo XIX en Alemania que se dio la profesionalización de la historia. Sería Humboldt quien estuviera a cargo de los cambios en los programas universitarios, y pidió ayuda a Leopoldo Von Ranke para conformar los estándares y objetivos de la historia profesional. Desde el inicio, la disciplina tuvo los desafíos de, por un lado, perseguir la cientificidad y, por el otro, cumplir su deber con el Estado y sus representaciones, es decir, sus instituciones y la élite. 
La historia era más que una disciplina, era una forma de vida que se desarrollaba dentro y fuera de las universidades. En aras de perseguir la cientificidad, crearon un método riguroso que pensaban les permitía extraer los “hechos históricos” de los documentos. Creían además que ordenando estos acontecimientos, se daba con el sentido de la historia. Por supuesto no todos los espacios tenían “historia” ni estaban en este gran “desarrollo histórico”. En el siglo XX otras universidades, serían más rigurosas en la exigencia de esta búsqueda de profesionalización y cientificidad, mismas que en el XIX habían imitado a la academia alemana más no reflexionado en las implicaciones de esta historia dominante. Surgirían otras formas de hacer historia; serían contemplados otros espacios y fuentes. 
En la década de los setenta, las ciencias sociales fueron cuestionadas. Debido a los debates que se gestaron, primero, dentro de las “ciencias duras”, respecto a cómo estaban construyendo su conocimiento. Llegando a conclusiones como que es necesario “observar al observador” y que “nosotros somos quienes damos significado al saber y, por tanto, decidimos los estándares con que se validan o no las nuevas aportaciones”. En suma, el conocimiento es construcción y somos nosotros quienes le otorgamos sentido y aprobación. 
Actualmente, son muchas las discusiones que se siguen planteando para la disciplina histórica Algunas de ellas han sido desarrolladas por quienes no son historiadores, sino “outsiders” de la disciplina como Paul Ricoeur o Michel Foucault, pero también quienes se han atrevido a proponer y preguntarse por los retos del historiador dentro de su disciplina como Michel de Certeau o François Hartog. 
A mi parecer, no hay definiciones prescritas de lo que deba ser el historiador. Ciertamente la práctica histórica tiene su propia historia. Y si hacemos retrospecciones, observando a la vez nuestro presente, podríamos encontrarnos con debates tan actuales hoy en día al respecto, como la figura del historiador como juez o como el historiador -testigo queriendo historiar su propio presente. Existe también una tradición que se resiste a los debates que implican una reflexión seria sobre la epistemología de nuestra propia disciplina. Se percibe además, un cierto rechazo a los nuevos formatos de divulgación histórica. Sin embargo, esto no debe desanimar a las nuevas generaciones de ir por otros caminos en la teoría de la historia y en los medios de comunicación, pues se trata de partir de debates y herramientas actuales para preguntarnos más ampliamente por el presente y su relación con el pasado.


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