Por: Rebeca Mejía
Publicado en La Gualdra La Jornada Zacatecas
21/04/20
Conocí a Amparo Dávila el primer año de la licenciatura en historia de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), en la materia de “Introducción a las letras”. Nunca había oído hablar de ella, en cambio mis compañeros oriundos de la ciudad, afirmaron haber leído uno o dos de sus cuentos en una antología de la preparatoria. A pesar de esto, el (re)descubrimiento de la autora fue compartido. La tarea era leer un cuento para la próxima clase: “El huésped”. Nos llevamos la siguiente sesión en debatir intensamente quién o qué era aquella visita inesperada y desagradable que describía la historia. Hubo propuestas realmente terroríficas, desde pensar que no era humano sino bestial hasta decir que quizá solo era producto de la imaginación de la protagonista. El gran enigma para nosotros era descifrar qué simbolizaba.
Después vinieron otros cuentos como “La señorita Julia”, “El Espejo” o “Moisés y Gaspar”, todos ellos pertenecientes a su libro Tiempo destrozado (1959). Sería hasta 2014 que la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica decidiera lanzar los Cuentos reunidos de Amparo Dávila, incluyendo sus relatos más recientes. Una edición que compilaba todos sus cuentos publicados en distintas colecciones como Tiempo destrozado (1959), Música concreta (1961), Arboles petrificados (1977) y Con los ojos abiertos (2008).
Ese mismo año fue colocada la primera piedra del Centro de Lectura y Formación Lectora «Amparo Dávila Robledo», por el entonces gobernador Miguel Alonso Reyes. Este centro contaría con catorce mil ejemplares de libros y prometía llegar a ser “referente nacional”. Se auguraba una “construcción de 815 metros cuadrados y una inversión de 7 millones de pesos”, el Centro contaría también con taller y sala de lectura, bebeteca, taller de pintura, audiovisual, galería para exhibiciones y servicios generales. La autora en su momento declaró sentirse honrada y habló de la importancia de la lectura en su vida, “pues los libros nunca nos dejan solos”. Sin embargo, el proyecto no prosperó con la justificación de que se presentaron “otras prioridades”.
En 2015 la escritora visitó Zacatecas con motivo de la presentación de la convocatoria al 1er Premio Nacional de Cuento Fantástico “Amparo Dávila”, que resultaba ser una iniciativa creada en conjunto por el Municipio de Zacatecas, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes; cuyos objetivos eran dar visibilidad a la obra de la autora zacatecana y promover la creación literaria entre los escritores jóvenes de México. Todavía muy lúcida y contenta por estar en su tierra, la autora habló sobre la literatura fantástica y de terror; cómo entendía ambas y cómo había llegado inscribirse en ellas a través de sus propios miedos que cambiaban con la edad. Lo malo fue que casi no se escuchó nada de esta magnífica participación porque esa tarde cayó una tormenta; truenos y relámpagos le daban a la escena un halo espeluznante, se trataba de un guiño de la naturaleza o una coincidencia hasta cierto punto graciosa. A la autora no parecía importarle, continuó su lectura y al final, cuando la lluvia amainó, el público pudo acercarse con ella a saludarla y hubimos algunos afortunados a quien la escritora firmó su ejemplar de cuentos.
Dávila regresó a la capital del estado en 2018 para la Feria Internacional del Libro en Zacatecas (FENALIZ), en donde se le rindió el último homenaje en vivo por su legado literario. En aquella ocasión la programación exploraba la literatura fantástica como temática principal, en resonancia con la obra de la escritora. Durante la presentación estuvo acompañada, como en cada una de sus apariciones en público, por su hija Luisa Coronel. La autora habló sobre el rigor estético en la literatura fantástica en términos más allá de la técnica. Ese mismo año el Fondo de Cultura Económica apostó por una “selección de los cuentos más incitantes y perturbadores de la autora mexicana Amparo Dávila en una edición ilustrada para jóvenes”. La magnífica propuesta visual corrió a cargo del artista argentino Santiago Caruso, quien en su obra plasma la influencia de la estética simbolista del siglo XIX y su dedicación al estilo fantastique. El libro fue bien recibido por las generaciones más jóvenes, obteniendo distintas y favorables reseñas en canales populares de BookTubers.
A inicios de 2020 la Poesía reunida (FCE, 2011) de Amparo Dávila me acompañaba en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. El libro se compone de cuatro poemarios: Salmos bajo la luna (1950), Perfil de soledades (1954), Meditaciones a la orilla del sueño (1954) y El cuerpo y la noche (1965-2007). Mi preferido fue Salmos bajo la luna, especialmente por las imágenes de un Zacatecas que aún se conserva; en su procesión del silencio, en sus laberintos, en sus inviernos fríos. Los poemas se leen mejor si se conoce la biografía de la autora, siendo notorios los que evocan su niñez en Pinos, Zacatecas o su vida adulta en la Ciudad de México; todos ellos compuestos por versos melancólicos que evocan constantemente la soledad y la noche. Personalmente prefiero a la Amparo Dávila cuentista, pero fue interesante explorar su lado poético.
Cuando pienso en su muerte, la imagino como los versos de su poema “Retorno a Pinos”, uno de tantos dedicado a su pueblo natal:
Volveré hasta el pueblo mío, como vuelve el ave errante; cansada de alturas y de espacios.
[…]
Volveré hasta el pueblo mío, como vuelve el ave errante, a beberme la luna, en el atole de sus jarros.
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