Por: Rebeca Mejía
El 19 de septiembre de 1985 a las 7:19 hrs. un sismo de magnitud 8.1 en escala Richter azotó a la ciudad de México. Ante la ineficiencia del Estado, la sociedad civil se unió en las labores de rescate y reconstrucción de la ciudad. Surgirían personajes emblemáticos como Superbarrio Gómez y brigadas rescatistas como los Topos para informar, prevenir y ayudar a la sociedad en caso de sismo. Diversas conmemoraciones surgieron a lo largo de los años, desde los homenajes oficiales, hasta la realización de un simulacro, éste último no hará más de cinco o seis años que se estableció.
El 19 de septiembre de 2017 a las 13:14 hrs. un sismo de 7.1 en escala Richter sacudió a la ciudad de México. Fue en cuestión de horas en las que la población se organizó, una vez más, para brindar refugio y rescate. La ayuda fue abrumadora, pues la comunicación en redes sociales, agilizaba el socorro en cualquier punto donde fuera solicitado. Contrastaba, de nuevo, con un Estado ausente.
Este año, se hicieron los actos oficiales en conmemoración a las víctimas de 1985 y 2017, con simulacro incluido. Hubo una actitud solemne durante el “minuto de silencio”. Se dejó ver el puño en alto de parte de los asistentes, señal que se utilizó como sinónimo de “silencio” en la búsqueda de sobrevivientes el año pasado. Llama la atención, sin embargo, otra reacción que no pasó desapercibida, especialmente en redes sociales: el rechazo a la conmemoración. Denunciando que México está lejos de “encontrarse de pie”, aludiendo a las víctimas que siguen en las calles, a la falta de cuentas claras a la hora de habar de los donativos, a la corrupción inmobiliaria y también a la mostrada por parte de las instituciones en la entrega de víveres, éste último hecho presenciado por miles de internautas en “tiempo real” el año pasado, más de uno manifestó lo ofensivo de este acto de memoria. Muchos dejaron ver también, que el añadir el simulacro como parte de la conmemoración parecía más una “broma cruel” que un acto pertinente, debido en parte a lo reciente que está el trauma del segundo sismo y a la incapacidad de las instituciones de brindar soluciones reales y no “simulaciones”.
François Hartog, historiador francés, ha enfocado su trabajo en distinguir las múltiples formas en que diversos presentes se han relacionado con el pasado y con el futuro. Señala cómo ahora pareciera invadirnos un “presentismo”, un presente incesante, en el que lo novedoso pasa pronto. Un presente en el que vemos las cosas en “tiempo real”. Pero, al mismo tiempo, es un presente que vive obsesionado con el pasado, aunque no a partir de la disciplina histórica, sino con la memoria y el patrimonio. Hartog se pregunta por qué la historia ha sido desplazada por la conmemoración y preservación de casi todo. Y, al mismo tiempo, por qué este presente proyecta un futuro apocalíptico, ya no por una guerra nuclear, sino por una catástrofe ecológica o una “futura” tecnocracia.
Con todo lo anterior es imposible no preguntarnos: ¿De dónde vienen los discursos conmemorativos y con qué propósito? ¿El abuso de la memoria brinda la oportunidad a algunos de eludir las responsabilidades del presente? ¿Cuál es la pertinencia de la historia frente al trauma?
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@RbkMej
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